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Estocolmo más cerca
que nunca

GUSTAVO RAMÍREZ A

 

Miles de kilómetros me separan de Estocolmo. Esa distancia, sin embargo, no impide que en estos momentos, en la tranquilidad de una aldea de campo en Chile, me sienta más cerca que nunca de esa ciudad y de su gente.

 

Indignación y dolor me causó el cobarde atentado ocurrido el pasado viernes.  Indignación, porque no comparto el extremismo, ni tampoco la violencia en ninguna de sus formas y menos aún cuando ella afecta a personas inocentes. Dolor, porque confiados y tranquilos transeúntes fueron víctimas de una acción loca que sembró la muerte y el sufrimiento en el corazón de una ciudad de paz, de un pueblo generoso y solidario, que desde hace muchos años ha abierto sus  puertas y sus corazones para dar refugio a miles de personas cuyas vidas estaban amenazadas por la guerra y la represión. 

 

Un acto repudiable que entristece y que no resiste ninguna justificación. Es el odio que surge del desamor. Es el resentimiento, el egoísmo, el fanatismo y la falta de valores que se manifiestan en este acto de locura y desesperación.

 

Me emociona ver la respuesta de una sociedad organizada y culta, cuyos principios y valores han aflorado en su mejor forma, dando un ejemplo al mundo. La reacción de todos ha sido la correcta y necesaria. Eficiencia, energía, prudencia, respeto, sensibilidad, amor y cuidado por el prójimo, por el herido, por el triste, por el desolado, por el desconocido que también se sentía afectado por ese acto de terror recién ocurrido.

 

El domingo acompañé en la distancia a las miles de personas que colmaron la ciudad con flores, con solidaridad y con amor y que a una sola voz manifestaron su total rechazo a la violencia, al terrorismo. Suecia demostró que no tiene miedo y que está dispuesta a defender su sociedad abierta, su democracia, su diversidad y su solidaridad con el mundo oprimido. 

 

Me enorgullece haber vivido en Estocolmo y haber aprendido mucho en ella. Me emociona ver toda esa gente, niños, jóvenes, hombres, mujeres, ancianos, suecos y no suecos, unidos en un solo mensaje a favor de la vida, la libertad y la paz. El domingo recorrí junto a todos ellos las calles de una ciudad  donde la luz no la podrán apagar, una ciudad hermosa, una ciudad creada para la vida y para vivir con todos.

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